El tono mathernes y la intervencion clinica musicoterapeutica
AUTORA: Lic. Luciana Licastro, 2010.
Introducción
Si bien son muchas las investigaciones sobre la lengua materna -conocida como mathernes- y varios profesionales de diferentes disciplinas abordamos la temática desde diferentes perspectivas, en esta publicacion nuestro objetivo central es pensar la particularidad del lenguaje sonoro en el trabajo clínico musicoterapéutico.
Nuestra clínica nos invita a reflexionar y analizar aspectos del tono mathernes pero más aun, consideramos al mathernes la expresión de la entonación como campo de acción de la intervención clínica; es producción sonora que desplegamos en la clínica con niños pequeños.
El tono mathernes y la intervención clínica musicoterapeuta
El habla del estilo materno – envoltura sonora que tiene como tono fundamental la voz, expresada en el timbre, extensión y modulación, juega un papel importante en la adquisición del lenguaje por parte del niño. Esa cualidad sonora de la interacción temprana es conocida a través de términos como motherese (Bruner, 1989) mamánais (Melher, 1992) mathernes, también conocida como glosolalia o lenguaje bebé. Hacemos referencia a un discurso afectivo proveniente de la lengua materna, el cual se activa de manera innata para la construcción del lenguaje, proporcionando mecanismos para la apropiación de una lengua en común.
La lengua materna aproxima a la madre y al bebé a una unicidad íntima, donde ambos protagonistas e intérpretes cobran presencia en el acto del escuchar-se. Desde muy temprano el bebé-niño se introduce en una creación de tonos y matices singulares, en un sistema conversacional donde el niño comprende la lengua y empieza a contar con los medios para expresar una intención comunicativa. De esta manera surgen las expresiones del habla del niño, sus primeras exploraciones sonoras a través del uso de su voz.
El mathernes, es un discurso relevante para el proceso de la vinculación emocional. El habla del estilo materno atrae la atención mutua y contribuye e introduce al niño en una estructura del lenguaje, el cual el niño prontamente intentara tomar y producir patrones para luego imitar y crear nuevos motivos sonoros.
Las interacciones madre-bebé en una etapa temprana del desarrollo infantil, se configuran mediante unidades sonantes que se superponen entre sí. Hacemos referencia a los sonidos, al tacto, movimiento y posición (Stern 1999), que componen una trama de comunicación y lenguajes posibles. Así, la cualidad sonora de las interacciones está compuesta por sentido, forma y contenido. Hablamos de una lengua que se caracteriza por: la utilización de una entonación muy marcada; la agudización de frases interrogativas o el uso de onomatopeyas; la exageración en la articulación de los fonemas vocálicos y consonánticos prolongando su emisión. (extensión de fonemas vocálicos como /a/, /u/, /i/, consonánticos como ⁄m⁄, ⁄b⁄, ⁄p⁄, ⁄g⁄). Se seleccionan preferentemente los sustantivos y adjetivos de uso más frecuente, y se repiten continuamente al realizar actividades cotidianas como la alimentación y el aseo. Estos intercambios le permiten al adulto enseñar la lengua materna, construir la relación afectiva con su hijo y, además, hace posible una comunicación efectiva que provee información sobre el mundo de los objetos y de las personas que lo rodean.
También aparecen otras figuras: altura de tono, acentuación, duración, ritmo de elocución, y pausas.
A través de este sistema conversacional el niño y el adulto sincronizan y se acomodan a las pautas innatas infantiles en una especie de diálogo construido mediante sus movimientos, gestos y vocalizaciones.
Las configuraciones dialógicas sonoras en esta etapa del desarrollo entre madre-bebé se desarrollan bajo expresiones como “tonadilla”, cantinela, letrilla, cuya entonación expresiva entrelaza los sentidos para construir un código en común. Según Juana Levín “la entonación expresiva se ubica siempre sobre las fronteras de lo verbal y lo no verbal, de lo dicho y no dicho”. (Levin, 2002) La autora desarrolla la idea que en esta situación dia-lógica inicial primaria (a través de la palabra) se juega al establecer lugares, roles, y turnos no simétricos. Por un lado se encuentran el lugar del habla, el rol actuante, el protagónico y el turno de decir; por otro lado, el lugar del que escucha, el rol interpretante y el turno de quedar suspendido y escuchar. Es decir, momento de hablar y momento de callar escuchando, y entre ambos el esbozo de un tiempo de espera. Juego de protagonismo y suspensión, juego de escuchar y hablar, juego de sombra y luz.
Bien, podríamos pensar entonces en un juego de relaciones como núcleo de las configuraciones sonoras que promoverá un proceso en la construcción del lenguaje sonoro, construyéndose un espacio dinámico. En la cualidad de las interacciones sonoras convergen sonoridades que se expresan mediante tensión-distensión, presión-descomprensión, ajuste-desajuste del tono entonacional.
Hablamos entonces de un tono entonancional que se expresa a través de múltiples variantes, que siente y sostiene una vivencia emotiva compartida.
“Tono entonacional”
El tono funciona como caja de resonancia que prepara las acciones de la voz en todas sus versiones. Una voz que se sitúa en un espacio intermedio entre dos, ya que consideramos que desde el nacimiento vivenciamos un cuerpo a cuerpo mediatizado por la voz. El tono es entonces cualidad sonora; es decir son aquellos parámetros sonoros perceptibles de la entonación, es el timbre de la voz, como punto de contacto resonancial. La conjunción de ambos tono más entonación nos expresa la existencia de un lenguaje sonoro afectivo.
El acuerdo en la comunión/comunicación es la anticipación de un “idioma único” del tono mathernes que se desarrolla bajo una lengua que contiene parámetros sonoros; lo que denominamos lenguaje sonoro. En el lenguaje sonoro se relacionan los sonidos con las intenciones. Las intenciones se transmiten a través de distintos modos expresivos, mediante gestos sonoros no verbales como el tono, el volumen, la frecuencia e intensidad como así la cadencia, y el trayecto del habla, incluyendo también la sintaxis y la semántica del lenguaje.
En definitiva, el lenguaje bebé –mathernes– es un modelo expresivo sobre las variables manifestaciones del adulto; es característico que la mamá, papá y/o cuidador acompañe con movimiento y gestualizaciones las actividades de la vida diaria de un recién nacido o de un niño pequeño, de esta manera se construye espontáneamente esa “tonadilla” que envuelve al bebé para sostener la atención mutua reanimando la continuidad del tempo en la interacción. Esa tonadilla, que prosa se desarrolla de manera pausada y melódicamente hablada, cuenta con componentes sonoros prosódicos; la rima y el ritmo, la pausa y la lentitud, la altura y la elevación tonal. El bebé explora tomando patrones simples de la interacción y esos componentes sonoros prosódicos posteriormente serán reproducidos en actuaciones por turno y luego en un sistema de modelos imitables. La imitación y la creatividad son elementos que hacen que el niño descubra una lengua. El niño imita sonoridades y para el niño el acento está puesto en la comprensión de un sistema comunicacional más que en el patrón sonoro en sí mismo; es decir, se trata de la comprensión de una lengua más que de un habla en una primera instancia del desarrollo en la construcción del lenguaje.
Sobre el lenguaje sonoro en la conformación subjetiva de los niños
Adentrándonos en la incidencia del lenguaje sonoro en la conformación subjetiva de los niños, vamos a tomar aquellas expresiones sonoras que se hacen presentes cotidianamente en nuestra clínica musicoterapeutica. Por ejemplo, la voz de la madre, el llanto, la respiración y el grito. Consideramos a estos gestos sonoros, producciones expresivas y organizadores de la construcción del lenguaje sonoro.
Desde los primeros lazos -vivencias sensoriales- de contacto y succión, el bebé experimenta gestos sonoros expresivos que están íntimamente relacionados con las iniciativas de producción expresiva de la mamá (referente vincular)
Los primeros sonidos expresados en la voz de la madre que recibe el bebé en una etapa temprana, proporcionan vivencias del tono entonacional, y tienden a envolver una estructura de interfaz comunicativa, otorgan un continente que contiene y brinda fronteras para amoldar, proteger, contener las sensaciones y percepciones de las configuraciones vinculares.
De esta manera la voz de la madre es un primer organizador del desarrollo sonoro expresivo comunicacional en el niño, la voz es la extensión de las emociones, es la primera emisión sonora intencional que expresa un estado afectivo compartido. Es así que el bebé/niño percibe el valor del sentido expresivo y decodifica las intervenciones expresivas acústicas del adulto. Anzieu (2007) destaca la existencia precoz de un espejo sonoro. La voz materna envuelta en sus armónicos introduce al niño al “área de la ilusión” El autor menciona la existencia de un “baño melódico” (la voz de la madre, sus canciones, la música que ella hace escuchar) que pone a su disposición un espejo sonoro que el niño devuelve con sus primeras expresiones sonoras
Bien; la vibración de la voz,-el timbre-, reproduce entonces estados de ánimos, sentimientos, emociones percibidas por el niño; esta conjunción es la precedencia de un espejo sonoro que expresa en su emisión sonora la afectividad, e introduce al niño al mundo de la exploración, de la audición y de la fonación del lactante.
El bebé en relación de las señales que recibe de su entorno y de las propias iniciativas, experimenta ya desde el nacimiento su emisión sonora: la respiración. Consideramos entonces a la respiración como el Segundo organizador del desarrollo sonoro expresivo-comunicacional.
La respiración en estas acciones de aliento, suspiro, soplo e inflar el aire es un punto de partida impulsivo para el surgimiento de la voz. El primer contacto del bebé al nacer es a través del aire que respira (oxígeno que respira por cuenta propia), inhala y prolonga su exhalar en voz matriz; el llanto, esa manifestación sonora está caracterizada por una pausa y una aceleración del el ritmo respiratorio para dar lugar a un próximo iterado llanto. Este modo de promulgación expresivo es la primera vivencia de intercambio sonoro que tiene con el mundo. El cual se apacigua con el contacto corporal de la madre y/o la voz, conformando una comunión del patrón respiratorio conjunto envuelto en el tono entonacional de la voz materna.
Al llanto no lo tomamos como un organizador en el desarrollo de la construcción del lenguaje sonoro, pero si como una manifestación expresiva que se presenta de manera invariable y que perdura más allá de las palabras en edades posteriores, ya que está cargado de sentidos e intenciones, por lo que lo consideraremos entonces lenguaje sonoro. Sabemos que mas allá de considerar a la emisión sonora el llanto como una respuesta bilógica / fisiológica, es el modo expresivo de producción en que los bebés expresan sus sensaciones y/o sentimientos, por consecuente podríamos pensar siguiendo las líneas Juana Levín que el llanto es el lugar del habla, el rol actuante, protagónico y turno de decir de la situación dialógica inicial. Es un llanto que se suspende y espera, a ese rol de escucha e intérprete para su apaciguamiento. Estamos pensando entonces, a este modo expresivo el llanto, como una situación temprana precursora en las configuraciones dialógicas y como facilitador de la construcción diádica.
El establecimiento del lenguaje sonoro y la intencionalidad comunicativa se configuran a partir de un proceso intersubjetivo e interactivo. De esta manera surgen los primeros gestos espontáneos expresados en arrullos, gorjeos, lalación, sonrisas, cuya producción se integra en tiempo y forma y se expresa sonoramente en un ajo alrededor de los 2 meses. Si bien esta emisión sonora tiene como intencionalidad la exploración de los sonidos por parte del bebé, el ajo es un preludio de un proceso interactivo y de la construcción del lenguaje sonoro, ya que es a partir de las respuestas/iniciativas del adulto que el bebé reproduce -bajo un modelo imitativo- los sonidos y gestos para su re-creación y contigüidad de la producción expresiva. Esta producción -lenguaje sonoro- que recordamos se funda desde la voz de la madre, continua en la respiración como esencia del contacto vincular, evoluciona a patrones sonoros cada vez mas integrados, y contribuye a una organización progresiva (es así que el bebé continúa con sus balbuceos de3 a 6 meses). En el balbuceo se incrementa la gama sonora exploratoria y se distingue por la aparición de sílabas, es decir por la alternancia de los sonidos vocálicos con consonánticos. Pero bien, este es un momento donde el bebé empieza a construir relaciones de las unidades sonantes y de los componentes en relación, es decir, el bebé arma patrones sonoros en relación, como así también interactúa con el medio, relacionando la entonación con el estilo de vivencia (es así que establece la relación del sonido que emite con el efecto de la respuesta que recibe).
Es un momento de la actividad exploratoria y de iniciativa de búsqueda en despliegue, con variaciones en la intensidad y duraciones; el bebé descubre en un soplo el grito como máxima apoyatura de su escucha. El grito es una producción que necesita hacer eco en la propia escucha y una emisión sonora que abre pasos vociferando sentidos posibles a un otro que sostiene, vibra y se balancea en esa producción. Es una bisagra sonora que nos convoca a una producción en relación, otorgándole sonoridades, intenciones y sentidos posibles, esta acción sonora que ocupa un lugar desparramado en el espacio vincular, cobrara un valor singular en la constitución del lenguaje sonoro de acuerdo a cómo fue la vivencia de producción y reproducción, es decir, de acuerdo al permiso o a la inhibición que genera acallamiento. Esta sonoridad desparramada tendrá posteriormente en sintonía con un otro adulto que ajustarse a nueva cadencia para proseguir “modulando”. Ahora bien, vamos entonces a considerar al grito como el tercer organizador del desarrollo sonoro expresivo. Según Anzieu hay cuatro tipos de gritos estructural y funcionalmente distintos: el grito de hambre, el de cólera, el de dolor -de origen externo- y el grito como respuesta de frustración.
Estos cuatro gritos tienen un desarrollo temporal, una duración de frecuencias, y características espectrografícas especificas.
Ahora bien, el grito es una producción expresiva que manifiesta en su cualidad sonora una sensación y/o percepción propositiva, una acción sonora de intención comunicativa donde el sentido es una invitación a la escucha y una comunión al dialogo.
El grito, como producción sonora expresiva, se despliega ante un in crescendo en la cualidad sonora mediante velocidades e intensidades en el proceso interactivo; puede irrumpir o sorprendernos ante un cambio de ritmicidad y melodicidad. El grito puede anticipar un movimiento nuevo; la llegada de una pausa y/o un silencio, como así también puede presentarse como la culminación del proceso interactivo o bien abrir una pauta sonora para el establecimiento vincular. El grito es la comunión al dialogo -“diálogo del grito” – es la sintonización y sincronización de una vivencia sonora que luego se inscribirá “-huella sonora”- en el espacio y tiempo de un experiencia comunicativa al ser compartida con un otro.
El grito, “está en concordancia con otros gestos que lo preceden o lo suceden, no aparece como un hecho aislado en los procesos interactivos, si no que están relacionados con la producción expresiva del niño y de un otro adulto. Los sonidos, y en este sentido el grito, son la envoltura de la voz como la piel es la envoltura del cuerpo. De esta manera damos lugar a una voz que en su cualidad de la suspensión sonora produce emociones, sentimientos y subjetividades. El grito reafirma la presencia y representa una identidad sonora, una voz que se hace cuerpo.
Es la iniciativa al contacto y es la apertura para el acrecentamiento de formas y modos de prolongación y propagación de la producción sonora lúdica del niño. Esta producción el grito sonoro, evoluciona espontáneamente cursado por un caudal de entusiasmo y motivación hacia modulaciones y configuraciones que presentan relaciones sonoras entre sé (por ejemplo, los fonemas, onomatopeyas, etc.). Se prolonga la voz en el encuentro discursivo con un otro. De esta manera a través del grito se produce un acuerdo en la comunicación y se abren canales nuevos de expresión hacia las iniciativas de búsqueda del lenguaje sonoro. Ese acuerdo instaura un código para la estructuración de una escritura sonora, que nos permitirá la improvisación y la construcción de una producción sonora en relación.
COMENTARIO FINAL
En resumen, hemos planteado entonces la preponderancia de tres organizadores expresivos pedestales para la constitución del lenguaje sonoro en la conformación subjetiva de los niños y en los procesos interactivos que se dan de manera espontánea en el desarrollo expresivo de la comunicación y el lenguaje. Y hemos observado la relevancia que estos adquieren para la clínica en niños en la práctica musicoterapéutica. En nuestra clínica estos organizadores del desarrollo expresivo sonoro se presentan en diferentes momentos significativos dentro de los procesos de los niños en tratamiento y conforman un sentido singular para cada niño; como así mismo esa cualidad sonora de los intercambios, es materia perceptible y cobra un sentido y análisis especifico para la escucha trabajada del musicoterapeuta.
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