Musicoterapia y Déficit de atención con hiperactividad
Autor: Mta Gustavo Gauna.
Como terapeuta de niños, es de mi interés hacer notar algunas apreciaciones relativas a la evolución que en los últimos años se vienen notando en el diagnóstico y tratamiento de los llamados niños con hiperactividad. Digo llamados, ya que en muchas oportunidades he recibido la consulta de padres que han traído a sus hijos con un diagnóstico – incluso de un profesional médico – y que en realidad se trataba de otro tipo de alteración en el niño/a.
Según el DSM IV, la persona con Déficit de atención con hiperactividad, se caracteriza principalmente y entre otros síntomas porque:
No presta atención o le cuesta mantenerla.
No escucha ni puede seguir instrucciones.
Le cuesta organizar tareas distrayéndose fácilmente.
Se mueve en exceso no permaneciendo mucho tiempo sentado.
Posee dificultades para jugar o mantenerse en actividades pasivas.
Sabemos que los abordajes terapéuticos – de este cuadro que afecta tan profundamente al desarrollo normal de los niños -, van desde medicación específica hasta tratamientos terapéuticos como los psicológicos y los psicopedagógicos.
Si bien los musicoterapeutas – como profesionales de la salud y la educación – estamos de acuerdo con estas posibilidades de abordaje, también hacemos hinca pie en las funciones básicas que el “tempo” y el “ritmo” musical , poseen sobre todo ser vivo. Piénsese por ejemplo, en nuestro cuerpo y cómo éste necesita de una sincronización de ritmos y alternancias rítmicas (cardíacas, respiratorias, mentales, de sueño, hormonales, entre otras), en donde la alternancia siempre está presente (sístole – diástole, inspiración – espiración, vigilia – sueño). etc.
El tempo ( cantidad de pulsos en relación al tiempo cronológico ), es la base sobre la cual se define la velocidad del ritmo, ( división del tiempo por múltiplos o submúltiplos en relación a una unidad de tiempo).
Tanto el tempo como el ritmo son funciones sobre las cuales se construyen las capacidades expresivas y comunicativas de las personas. Es más, suelen vivirse como imperceptibles características que nos dan o no, esa empatía con la otra persona. Suele escucharse: “esa persona habla tan lento que me duermo”, ” es tan acelerado que me marea”; o por otro lado comentarios como ” Con Juan es hermoso compartir el tiempo, me tranquiliza tanto”.
Justamente, la musicoterapia parte en su hacer clínico desde las expresiones más primarias de la personas. Es que ante cualquier alteración de la personalidad humana, lo primero que se ve afectado son sus capacidades expresivas. Y éstas se organizan y estabilizan a partir de las funciones rítmicas en lo humano. Todo lo vivo posee un ritmo básico y cualquier alteración de ese ritmo, se transforma inmediatamente en alguna preocupación sintomática para la persona; alteraciones en el ritmo cardíaco, en el sueño, en el período femenino o también aceleramiento maníaco, entre otros.
Pero, ¿ en qué se fundamenta el actuar de la musicoterapia ante el niño o persona que padece un déficit de atención con hiperactividad ?.
Desde el punto de vista de su accionar clínico, la musicoterapia ofrece un espacio-tiempo, para el desarrollo de las capacidades expresivas. Cualquiera que conoce un niño con hiperactividad, observará inmediatamente que lo primero que se observa son las dificultades para organizar sus expresiones, que suelen ser desordenadas y con pocas posibilidades de ser estables. Justamente, esta falta de estabilidad en el tempo de la expresividad, es lo que hace que nos cueste entender lo que quiere expresar o lo que le pasa. La música como lenguaje no sólo se organiza sobre los momentos de expresión activa, sino también y muy especialmente sobre las posibilidades expresivas del silencio como corte y freno,- justamente la expresión musical desarrolla las capacidades inhibitorias -, problema central en la hiperactividad. La construcción de todo vínculo musical, exige un diálogo en donde la alternancia hacer-escuchar es absolutamente necesaria.
Es también en las posibilidades de recreación de la producción sonora, entendida como aquella producción estética propia de la persona, la que genera cierta “distancia” necesaria y sana entre ella misma y su propia expresividad.
Con el término distancia se hace referencia a la apertura de un espacio-tiempo expresivo, en donde esas conductas que aparecen como tan fuertes e inamovibles, comienzan a encontrar a partir del diálogo sonoro con otro – adulto terapeuta -, una posibilidad de freno, de corte; de desconstrucción que habilita otras alternativas y/u opciones en el diálogo.
Es ese jugar con las propias expresiones que se observa en el juego improvisatorio espontáneo, lo que permite poner en movimiento las propias emociones y, por lo tanto, dar inicio a la posibilidad de reconocimiento sobre uno mismo.
Estos son los efectos que los musicoterapeutas solemos ver en el tratamiento de estos niños con hiperactividad, cuando ya avanzado el mismo ellos pueden, por ejemplo, crear ritmos propios, sobre éste hacer más lento su tempo, hacer silencios cargados de concentración en una tarea, ejecutar cortes para volver sobre un ritmo o melodía anterior, jugar con estas variantes y en definitiva comenzar un proceso de reconocimiento de la propia expresividad, comienzo de una comunicación sana y con apertura a las alternativas.
Son formas de juego, que habilitadas desde la musicoterapia, potencian un muy pertinente movimiento entre expresiones y emociones, que con alta eficacia permiten desconstruir aquellas formas comunicaciones que llevaron a una manera de comunicarse sin pausa, sin corte, sin inhibición de la propia expresividad.
La dinámica del vínculo en musicoterapia, desde un pensamiento estético, se ubica en aquellos intersticios que se generan en la expresividad de un niño, cuando un adulto con “escucha amplia y trabajada”, puede intervenir sobre esta manera de comunicarse que en ese momento no ofrece alternativa, es sólo acción indiscriminada.
A modo de ejemplo, un niño con este cuadro, al poco tiempo de comenzar su tratamiento en musicoterapia, había realizado el siguiente recorrido a lo largo de las sesiones. Primeramente se acercó al teclado tocando con las manos abiertas todas las teclas a la vez. Su sonido era masivo, indiscriminado, como su conducta. Fue ante un sonido en particular, que despertó su interés – que comenzó a tocar con un solo dedo. Allí apareció la intervención del musicoterapeuta y fue surgiendo un incipiente diálogo en donde por momentos el niño comenzó a escuchar al adulto, haciendo silencio. Niño y adulto jugaron – sin una consigna verbal por medio – a tocar uno cada vez y también a dúo. El niño comenzó a tomar algunas de las propuestas sonoras del musicoterapeuta, – para lo cual tuvo que haber inhibido sus expresiones -. A esta altura ya sus conductas eran mucho más lentas y había surgido la escucha y la espera. Por estos días, la maestra de la escuela comentó de los cambios en el aula en el mismo sentido. Finalmente, pudo tocar muchos instrumentos a un tempo más lento y con ritmos más definidos, transmitiendo estas conductas a otras formas de jugar, a los aprendizajes en la escuela y a sus diálogos con las personas.
En definitiva, pudo comenzar a “escucharse a si mismo” a partir de la intervención de un profesional preparado a realizar una lectura sonoro-musical – musicoterapéutica – de su expresividad.
Esta es una de las posibles intervenciones de la musicoterapia, disciplina de la salud y la educación, que por la naturaleza y la fuerza de la impronta del sonido y la música, puede llegar a producir nuevas y sanas maneras de comunicarse con los objetos propios – emotivos – y con los objetos interpersonales y/o sociales – afectivos-; en beneficio de una visión con alternancias y opciones que permitan recrear la realidad de cada uno.
Mta Gustavo Gauna.
M.P. ( Pcia de Cba). 7347.
Docente titular de la Cátedra de Musicoterapia en Prevención, de la Licenciatura en Musicoterapia de la Universidad Abierta Interamericana.