Sobre el lenguaje sonoro en la conformación subjetiva de los niños
Autora: Lic. Luciana Licastro, 2010
Adentrándonos en la incidencia del lenguaje sonoro en la conformación subjetiva de los niños, vamos a tomar aquellas expresiones sonoras que se hacen presentes cotidianamente en nuestra clínica musicoterapeutica. Por ejemplo, la voz de la madre, el llanto, la respiración y el grito. Consideramos a estos gestos sonoros, producciones expresivas y organizadores de la construcción del lenguaje sonoro.
Desde los primeros lazos -vivencias sensoriales- de contacto y succión, el bebé experimenta gestos sonoros expresivos que están íntimamente relacionados con las iniciativas de producción expresiva de la mamá (referente vincular)
Los primeros sonidos expresados en la voz de la madre que recibe el bebé en una etapa temprana, proporcionan vivencias del tono entonacional, y tienden a envolver una estructura de interfaz comunicativa, otorgan un continente que contiene y brinda fronteras para amoldar, proteger, contener las sensaciones y percepciones de las configuraciones vinculares.
De esta manera la voz de la madre es un primer organizador del desarrollo sonoro expresivo comunicacional en el niño, la voz es la extensión de las emociones, es la primera emisión sonora intencional que expresa un estado afectivo compartido. Es así que el bebé/niño percibe el valor del sentido expresivo y decodifica las intervenciones expresivas acústicas del adulto. Anzieu (2007) destaca la existencia precoz de un espejo sonoro. La voz materna envuelta en sus armónicos introduce al niño al “área de la ilusión” El autor menciona la existencia de un “baño melódico” (la voz de la madre, sus canciones, la música que ella hace escuchar) que pone a su disposición un espejo sonoro que el niño devuelve con sus primeras expresiones sonoras
Bien; la vibración de la voz,-el timbre-, reproduce entonces estados de ánimos, sentimientos, emociones percibidas por el niño; esta conjunción es la precedencia de un espejo sonoro que expresa en su emisión sonora la afectividad, e introduce al niño al mundo de la exploración, de la audición y de la fonación del lactante.
El bebé en relación de las señales que recibe de su entorno y de las propias iniciativas, experimenta ya desde el nacimiento su emisión sonora: la respiración. Consideramos entonces a la respiración como el Segundo organizador del desarrollo sonoro expresivo-comunicacional.
La respiración en estas acciones de aliento, suspiro, soplo e inflar el aire es un punto de partida impulsivo para el surgimiento de la voz. El primer contacto del bebé al nacer es a través del aire que respira (oxígeno que respira por cuenta propia), inhala y prolonga su exhalar en voz matriz; el llanto, esa manifestación sonora está caracterizada por una pausa y una aceleración del el ritmo respiratorio para dar lugar a un próximo iterado llanto. Este modo de promulgación expresivo es la primera vivencia de intercambio sonoro que tiene con el mundo. El cual se apacigua con el contacto corporal de la madre y/o la voz, conformando una comunión del patrón respiratorio conjunto envuelto en el tono entonacional de la voz materna.
Al llanto no lo tomamos como un organizador en el desarrollo de la construcción del lenguaje sonoro, pero si como una manifestación expresiva que se presenta de manera invariable y que perdura más allá de las palabras en edades posteriores, ya que está cargado de sentidos e intenciones, por lo que lo consideraremos entonces lenguaje sonoro. Sabemos que mas allá de considerar a la emisión sonora el llanto como una respuesta bilógica / fisiológica, es el modo expresivo de producción en que los bebés expresan sus sensaciones y/o sentimientos, por consecuente podríamos pensar siguiendo las líneas Juana Levín que el llanto es el lugar del habla, el rol actuante, protagónico y turno de decir de la situación dialógica inicial. Es un llanto que se suspende y espera, a ese rol de escucha e intérprete para su apaciguamiento. Estamos pensando entonces, a este modo expresivo el llanto, como una situación temprana precursora en las configuraciones dialógicas y como facilitador de la construcción diádica.
El establecimiento del lenguaje sonoro y la intencionalidad comunicativa se configuran a partir de un proceso intersubjetivo e interactivo. De esta manera surgen los primeros gestos espontáneos expresados en arrullos, gorjeos, lalación, sonrisas, cuya producción se integra en tiempo y forma y se expresa sonoramente en un ajo alrededor de los 2 meses. Si bien esta emisión sonora tiene como intencionalidad la exploración de los sonidos por parte del bebé, el ajo es un preludio de un proceso interactivo y de la construcción del lenguaje sonoro, ya que es a partir de las respuestas/iniciativas del adulto que el bebé reproduce -bajo un modelo imitativo- los sonidos y gestos para su re-creación y contigüidad de la producción expresiva. Esta producción -lenguaje sonoro- que recordamos se funda desde la voz de la madre, continua en la respiración como esencia del contacto vincular, evoluciona a patrones sonoros cada vez mas integrados, y contribuye a una organización progresiva (es así que el bebé continúa con sus balbuceos de3 a 6 meses). En el balbuceo se incrementa la gama sonora exploratoria y se distingue por la aparición de sílabas, es decir por la alternancia de los sonidos vocálicos con consonánticos. Pero bien, este es un momento donde el bebé empieza a construir relaciones de las unidades sonantes y de los componentes en relación, es decir, el bebé arma patrones sonoros en relación, como así también interactúa con el medio, relacionando la entonación con el estilo de vivencia (es así que establece la relación del sonido que emite con el efecto de la respuesta que recibe).
Es un momento de la actividad exploratoria y de iniciativa de búsqueda en despliegue, con variaciones en la intensidad y duraciones; el bebé descubre en un soplo el grito como máxima apoyatura de su escucha. El grito es una producción que necesita hacer eco en la propia escucha y una emisión sonora que abre pasos vociferando sentidos posibles a un otro que sostiene, vibra y se balancea en esa producción. Es una bisagra sonora que nos convoca a una producción en relación, otorgándole sonoridades, intenciones y sentidos posibles, esta acción sonora que ocupa un lugar desparramado en el espacio vincular, cobrara un valor singular en la constitución del lenguaje sonoro de acuerdo a cómo fue la vivencia de producción y reproducción, es decir, de acuerdo al permiso o a la inhibición que genera acallamiento. Esta sonoridad desparramada tendrá posteriormente en sintonía con un otro adulto que ajustarse a nueva cadencia para proseguir “modulando”. Ahora bien, vamos entonces a considerar al grito como el tercer organizador del desarrollo sonoro expresivo. Según Anzieu hay cuatro tipos de gritos estructural y funcionalmente distintos: el grito de hambre, el de cólera, el de dolor -de origen externo- y el grito como respuesta de frustración.
Estos cuatro gritos tienen un desarrollo temporal, una duración de frecuencias, y características espectrografícas especificas.
Ahora bien, el grito es una producción expresiva que manifiesta en su cualidad sonora una sensación y/o percepción propositiva, una acción sonora de intención comunicativa donde el sentido es una invitación a la escucha y una comunión al dialogo.
El grito, como producción sonora expresiva, se despliega ante un in crescendo en la cualidad sonora mediante velocidades e intensidades en el proceso interactivo; puede irrumpir o sorprendernos ante un cambio de ritmicidad y melodicidad. El grito puede anticipar un movimiento nuevo; la llegada de una pausa y/o un silencio, como así también puede presentarse como la culminación del proceso interactivo o bien abrir una pauta sonora para el establecimiento vincular. El grito es la comunión al dialogo -“diálogo del grito” – es la sintonización y sincronización de una vivencia sonora que luego se inscribirá “-huella sonora”- en el espacio y tiempo de un experiencia comunicativa al ser compartida con un otro.
El grito, “está en concordancia con otros gestos que lo preceden o lo suceden, no aparece como un hecho aislado en los procesos interactivos, si no que están relacionados con la producción expresiva del niño y de un otro adulto. Los sonidos, y en este sentido el grito, son la envoltura de la voz como la piel es la envoltura del cuerpo. De esta manera damos lugar a una voz que en su cualidad de la suspensión sonora produce emociones, sentimientos y subjetividades. El grito reafirma la presencia y representa una identidad sonora, una voz que se hace cuerpo.
Es la iniciativa al contacto y es la apertura para el acrecentamiento de formas y modos de prolongación y propagación de la producción sonora lúdica del niño. Esta producción el grito sonoro, evoluciona espontáneamente cursado por un caudal de entusiasmo y motivación hacia modulaciones y configuraciones que presentan relaciones sonoras entre sé (por ejemplo, los fonemas, onomatopeyas, etc.). Se prolonga la voz en el encuentro discursivo con un otro. De esta manera a través del grito se produce un acuerdo en la comunicación y se abren canales nuevos de expresión hacia las iniciativas de búsqueda del lenguaje sonoro. Ese acuerdo instaura un código para la estructuración de una escritura sonora, que nos permitirá la improvisación y la construcción de una producción sonora en relación.
COMENTARIO FINAL
En resumen, hemos planteado entonces la preponderancia de tres organizadores expresivos pedestales para la constitución del lenguaje sonoro en la conformación subjetiva de los niños y en los procesos interactivos que se dan de manera espontánea en el desarrollo expresivo de la comunicación y el lenguaje. Y hemos observado la relevancia que estos adquieren para la clínica en niños en la práctica musicoterapéutica. En nuestra clínica estos organizadores del desarrollo expresivo sonoro se presentan en diferentes momentos significativos dentro de los procesos de los niños en tratamiento y conforman un sentido singular para cada niño; como así mismo esa cualidad sonora de los intercambios, es materia perceptible y cobra un sentido y análisis especifico para la escucha trabajada del musicoterapeuta.
Referencias bibliográficas:
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